13/04/2022
La aplicación cuidadosa de la fertilización de los viñedos incide notablemente en la productividad. Por lo tanto, es oportuno tener un buen conocimiento del suelo y del subsuelo y trabajar con un equipos que garanticen una distribución óptima de los elementos nutritivos.
Por ejemplo, no todos los viñedos tienen las mismas necesidades nutricionales; si bien es cierto que la planta de la vid siempre necesita los mismos nutrientes, es mucho más complejo saber qué elementos están ya presentes de forma natural en el suelo o cuáles escasean y, por tanto, deben complementarse con un abono específico. Por lo tanto, es oportuno, que a cada tres o cuatro años se realice un análisis del suelo que permita comprobar el estado de fertilidad.
Los viticultores y los técnicos vitículos más preparados pueden utilizar los estudios del suelo y realizar análisis físico-químicos del viñedo realizados en el laboratorio para identificar las deficiencias o los excesos de nitrógeno, potasio, magnesio, hierro y boro.
Una vez comprobada la necesidad, es posible distinguir tres tipos de fertilización del viñedo, en función del periodo de vida:
La fertilización de fondo o pre-plantación está indicada para enriquecer de sustancias orgánicas y de elementos minerales las capas más profundas del suelo.
El primer abono a utilizar es el estiércol maduro (fertilización orgánica), al que hay que añadir elementos como el fósforo y potasio (fertilización mineral), que de otro modo son muy difíciles de impulsar en profundidad.
La fertilización de crecimiento o de partida se realiza desde el segundo año de la plantación para estimular la formación de la estructura productiva, mediante la introducción del nitrógeno: que no se incluye en la fertilización de fondo, ya que la planta aún no está suficientemente enraizada y el nitrógeno se dispersaría sin ser absorbido.
El periodo ideal para la fertilización de crecimiento es el otoño y las cantidades de nitrógeno se establecen en función del vigor de la cepa y de las características del suelo.
La fertilización de producción en cambio, se realiza a partir del 3° y tiene lugar en dos momentos: durante la fase vegetativa (dos fertilizaciones) con la introducción del magnesio, y en la segunda etapa (con una sola fertilización) a finales de septiembre con altas concentraciones de fósforo y potasio.
Las cantidades de elementos necesarios para la fertilización deben determinarse en función de las necesidades nutricionales del suelo.
La fertilización foliar es otra técnica y también juega un rol importante en la viticultura, complementando (solo en algunos casos) la fertilización del suelo con la administración de macro o microelementos en forma totalmente soluble.
Si se dispone de un sistema de riego localizado (por goteo) es muy útil la fertirrigación: se trata de una técnica que permite la distribución de los fertilizantes junto al agua de riego, realizando un efecto sinérgico entre agua y fertilizante.
Por último, pero no por ello menos importante, el abono verde, técnica ancestral que se ha redescubierto recientemente, sobre todo en las técnicas agrícolas conservadoras.
Considerada como técnica de abono verde, se emplea para aumentar la fertilidad del terreno (notables aumentos de nitrógeno a bajo costo) enterrando cultivos herbáceos puros o mixtos, llamada abono verde porque se realiza solo con plantas, sin añadir sustancias de origen animal. La biomasa, una vez enterrada, se descompone gracias a los microorganismos que habitan en el suelo y proporciona alimento natural a las plantas cultivadas.
El abono verde es una práctica muy eficaz no solo para la horticultura, sino también para los suelos en los que es necesario recuperar la fertilidad debido a una explotación intensiva anterior.
En general, se deben preferir cultivos que logren colonizar rápidamente el suelo y producir el máximo de biomasa en el periodo comprendido entre la siembra del abono verde mismo y la plantación del cultivo que se beneficiará de él. Entre las especias más utilizadas se encuentran muchas variedades de leguminosas (altramuz, habas, trébol, algarrobilla, pipirigallo, etc.) pero también se usan el trigo sarraceno, orzo, rábano, mostaza y plantas melíferas. Sin duda el abono verde de leguminosas permite obtener mayores resultados en términos de enriquecimiento de nitrógeno.
El mejor momento para laabsorción de la biomasa en el suelo, normalmente, es cuando el cultivo de cobertura se encuentra en la fase de pre-floración, teniendo cuidado de no dejar que los tallos de la vegetación se lignifiquen demasiado, lo que, una vez enterrados, tardaría demasiado en descomponerse y devolver sustancias al suelo. Es en esta etapa que las plantas de abono verde han alcanzado su máximo desarrollo y el porcentaje de fibras en sus tejidos comienza a aumentar, incrementando también la relación C/N (carbono/nitrógeno), junto con la transferencia de nutrientes.
El enterramiento del abono verde puede llevarse a cabo de diferentes maneras, mediante arados, subsolados, excavaciones o incluso con procesamientos superficiales. En algunos casos también es posible evitar el enterramiento del abono verde y utilizarlo como cobertura con mantillo durante las etapas de procesamiento para controlar el crecimiento de las malas hierbas.
El procedimiento de enterramiento de los fertilizantes de origen biológico o mineral se puede llevar a cabo utilizando una variedad de equipos desarrollados por Sicma específicamente para estos procesos.
Para una fertilización de fondo, Sicma recomienda su amplia gana de arados para permitir el procesamiento del terreno al final de la cosecha. El objetivo es, de hecho, eliminar las malas hierbas y, sobre todo, los residuos vegetales del cultivo anterior, empujándolos en profundidad para que no interfieran en el crecimiento de las futuras nuevas plántulas. La gama difiere en función de la profundidad de arado, por lo que hay arados adecuados para un procesamiento superficial (10-20 cm), medio (de los 20 a los 30 cm) y por último profundo (dentro de los 50 cm). Además, los arados pueden estar equipados con dos o más rejas, dentro o fuera del surco, también con desplazamiento rápido, con la posibilidad de ser equipados con ruedas de profundidad y una reja de arado.
Tras el arado se procede a cubrir el terreno con los fertilizantes utilizando las sembradoras Sicma, “Toro” en versión mecánica y “Mila” en versión neumática, ambas aplicables a los tres modelos de gradas de las series EA-EV-EC; este tipo de máquinas permite aplanar y desmenuzar el terreno movido enterrando los fertilizantes.
Para optimizar el enterramiento de los fertilizantes con un solo paso, una de las soluciones que Sicma propone es la cubeta con enterrador de fertilizante UVC que cosiste en arado de desfonde – ideal para procesamientos medio-profundos – equipado con pares de anclas, discos delanteros, rodillos y dosificadores ajustables. Para un procesamiento más preciso, por último, Sicma también propone la cubeta esparcidora de fertilizante UVS diseñada para enterrar fertilizantes peletizados y granulados, con los que se pueden equipar los arados de desfonde de las series PR y PRX. Las cubetas de las series UVC y UVS, además de la posibilidad de ser dimensionadas según las necesidades del operador, están equipadas con dosificadores a través de los cuales llegan al suelo, que, tras la creación del surco, permiten el descenso del fertilizante, regulando – en el modelo UVS – también la velocidad del flujo de dosificación.
En conclusión, en el contexto del “abono verde”, el uso de la escarificadora representa con un método de enterramiento adicional que sigue la práctica del abono verde. La máquina escarificadora, gracias al movimiento alternativo de las layas, vuelca los terrones del suelo permitiendo que los residuos del cultivo de abono verde sean empujados hacia las profundidades donde comenzarán a liberar los nutrientes fertilizantes.